El mundo del fútbol sufrió ayer un duro golpe al conocer la muerte de Edson Arantes do Nascimento, conocido en todos los continentes como Pelé.
No fue exactamente una sorpresa.
Desde hacía varios días el estado de salud del Rey había sembrado preocupación por todas partes, por lo que el desenlace se esperaba en cualquier momento. Ayer la noticia abrumó a Brasil y, con él, a todas las naciones, provocando la mayor consternación.
Pelé nació en un pequeño pueblo en el interior de Minas Gerais.
Era demasiado pronto para San Paolo, y allí, con apenas 15 años, vistió por primera vez la camiseta del Santos, su club habitual.
La selección brasileña le abrirá sus puertas en 1958, cuando cumplió 17 años, y fue en ese momento que ayudó a ganar el primer campeonato mundial, entonces realizado en Suecia.
En 1962, en Chile, también contribuyó a recuperar el trofeo pero, cuatro años después, sucumbió en Inglaterra ante la portuguesa de Eusébio.
Sin embargo, solo tuvo que esperar cuatro años, pues en 1970, en México, se proclamó tres veces campeón, hazaña nunca lograda por ningún otro futbolista hasta la fecha.
La vida de Pelé le ha dado largometrajes en el cine y la televisión, discos grabados, escrito poemas, hizo de su actividad un himno a la vida, todo marcado por éxitos, aunque con algunos momentos de dificultad. En su país, durante la dictadura de los coroneles, supo encaminar su camino de manera extraordinaria, conviviendo con todas las circunstancias, sin traicionar jamás los principios que se había impuesto a sí mismo.
Sin Pelé, el mundo es más pobre.
Pero el recuerdo de sus hazañas perdurará por siglos, porque no todos los días nacen hombres como Pelé.
¡La leyenda no morirá!
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