Los presidentes de México y Estados Unidos sostuvieron su primera entrevista telefónica el 23 de enero. Según informaciones de prensa, Joe Biden inició el diálogo haciendo un comentario humorístico de que no era Donald Trump, a lo que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) respondió con seriedad que tenía una excelente relación con el expresidente y magnate neoyorquino.
La anécdota confirma lo que ya sabíamos: AMLO fue un trompetista secreto en las elecciones estadounidenses. Algunos explican la afinidad del tabasqueño con Trump, señalando que son almas gemelas políticas. No se equivocan. Ambos son populistas, demagogos, alborotadores y desprecian la ciencia y las élites intelectuales.
Su afinidad mutua se destacó en la extensa carta de presentación de AMLO a Trump en 2018, destacando sus similitudes: “Políticamente, me alienta que ambos sepamos hacer lo que decimos y que hayamos enfrentado con éxito la adversidad. Él logró poner a nuestros votantes y ciudadanos en el centro y desplazar al establecimiento o régimen en el poder “.
Con ese asentimiento, AMLO anotó puntos con Trump al presentarse como uno de los suyos: un forastero a quien las arrogantes élites de Washington y Ciudad de México consideraron incapaz de ocupar la alta dignidad de la presidencia. Pero, de manera espectacular y sorprendente, demostraron que estaban equivocados.
Tal camaradería y calidez contrasta con la frialdad (rozando la rudeza) que mostró AMLO al aguantar para felicitar a Biden por su inconfundible victoria el pasado mes de noviembre. Con el argumento falaz de que el proceso electoral de EE. UU. No había terminado, AMLO favoreció las infundadas acusaciones de fraude electoral de Trump que se convirtieron en una crisis con el asalto del 6 de enero al Capitolio.
La lógica de AMLO, sin embargo, no resiste el más mínimo escrutinio. Su gobierno siempre ha sido el primero en felicitar a los presidentes de su propio grupo político, como en el caso del argentino Alberto Fernández.
Sin embargo, me parece que la antipatía de AMLO hacia Biden es más prosaica: no se basa en diferencias de carácter, sino en una estrategia política fría y calculadora. La verdad es que AMLO prefería a Trump porque le permitía hacer y deshacer lo que quería sin la menor desaprobación. Las cosas serán muy diferentes con Biden en al menos tres áreas que afectarán directamente la relación entre Estados Unidos y México.
El primer sector es el medio ambiente, tema que no preocupa al gobierno de AMLO. Por ejemplo, hasta ahora, en este sexenio, la ahora irrelevante Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) ha tenido tres nuevas direcciones. El actual líder es un miembro desconocido del cuestionable Partido Verde Ecologista de México (PVEM).
A todos los efectos, el gobierno mexicano ha abandonado la protección ambiental como política de estado y las consecuencias son obvias. Despejaron todo un manglar para construir una refinería en el estado natal del presidente, continuaron inyectando dinero a PEMEX y fomentaron el uso de combustibles fósiles y promovieron la construcción en áreas protegidas, como la Reserva de la Biosfera de Calakmul. Para disgusto de AMLO, la administración Biden pondrá el tema ambiental en el centro de la agenda diplomática con México.
La segunda área de conflicto será la democracia. Al expresidente Trump le encantaba estrechar la mano de los autócratas. Después de todo, los admiraba y quería convertirse en un hombre fuerte a la cabeza de su nación al estilo de Vladimir Putin o Erdogan. Nuevamente AMLO perdió con la victoria de Biden.
La nueva administración ya advirtió que la defensa de los valores democráticos volverá a la agenda estadounidense. Esto necesariamente se trasladará al enfrentamiento directo y frontal de AMLO con el Instituto Nacional Electoral (INE) y sus asesores, a los que inhabilita en días alternos.
No se detiene ahí. Si AMLO cancelara las elecciones de junio de este año con el pretexto de la pandemia, o desestimara los resultados acusando al INE de fraude, tendría que explicárselo a la Oficina de Asuntos Hemisféricos en Washington.
La tercera y última área es la creciente militarización del país. Aquí nos encontramos con la cuestión de la detención y posterior liberación del general Cienfuegos. Los puentes entre la DEA y el FBI con el ejército mexicano se vinieron abajo cuando Cienfuegos fue arrestado en el aeropuerto de Los Ángeles en octubre del año pasado.
Fue un golpe para los militares, que gozan de un amplio apoyo y reconocimiento entre los actores políticos de México. La posterior liberación del general por parte de las autoridades estadounidenses por orden de Trump y la acusación de AMLO a la DEA por fabricar pruebas solo agravó la situación.
El resultado es que hoy tenemos un presidente mexicano que utiliza a los militares como garantía para su proyecto político, y una nueva administración en Washington que desconfía de los militares mexicanos. Estos son los elementos de una tormenta perfecta que podría convertirse en un serio conflicto diplomático.
Y es por eso que AMLO prefirió a Trump a Biden. Mala suerte para él, porque ahora tendrá que bailar con los más feos.
Traducido por Maria Isabel Santos Lima
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