Estas pérdidas de 481 mil millones de pesos ($ 22,976 mil millones) son un 38% superiores a las registradas en 2019 ($ 16,588 mil millones), según el comunicado de prensa de la empresa, que indica que sus ventas se han desplomado en un 32%.

“La combinación sin precedentes de precios bajos del crudo y los productos derivados del petróleo” se sumó a “una fuerte caída en el consumo de combustibles que erosionó los flujos de caja de todas las petroleras”, analiza la empresa.

La deuda a corto plazo de la compañía también ha aumentado un 13,9% desde finales de 2019 hasta alcanzar los 113.200 millones de dólares a finales de diciembre.

El gobierno del presidente de izquierda Andrés Manuel López Obrador, en el poder desde 2018, ya ha inyectado alrededor de $ 10 mil millones para tratar de aliviar las finanzas de la empresa, que ve como un baluarte de la soberanía nacional.

Las agencias de calificación Fitch y Moody’s rebajaron recientemente la calificación crediticia de la empresa, calificándola de inversión especulativa, citando su vulnerabilidad en un entorno de bajos precios del petróleo y su necesidad de más apoyo gubernamental.

Pemex estima que necesita aumentar las inversiones para revertir la prolongada tendencia a la baja en su producción, que cayó de 3.4 millones de barriles por día en 2004 a 1.7 millones en 2021.

El 5 de octubre, el gobierno mexicano anunció un plan de inversión público-privada de $ 14 mil millones en proyectos de infraestructura para reactivar la economía golpeada por la pandemia. Casi un tercio de esta inversión se dedicará a la rehabilitación de las instalaciones de Pemex.