CIUDAD DE MÉXICO – En medio del intenso tráfico, vallas publicitarias y el tono gris de una de las avenidas más transitadas de la Ciudad de México, una enorme escultura verde ocupa parte de la acera, se eleva sobre un carril y choca con el paisaje. Quizás la avalancha de peatones y automovilistas que pasan no deja lugar a una observación más detallada. Pero la escultura, en realidad, es un jardín vertical con 55 mil plantas que resisten la contaminación diaria de miles de autos. No muy lejos, los ciclistas salen de las estaciones públicas, entre las calles por donde circulan los autobuses a gas natural. Escenas de este tipo son cada vez más habituales en la capital mexicana. La Ciudad de México sigue siendo una de las ciudades más contaminadas del mundo, pero hoy reúne numerosas iniciativas ecológicas que siembran una nueva conciencia ambiental.
Los jardines verticales que han invadido la capital son parte de la novedad. Actualmente hay tres repartidos en diferentes puntos de la ciudad y próximamente se instalarán dos más. Más que paredes con plantas, son esculturas vivas con identidad mexicana. Los jardines se inspiraron en el mito de la deidad prehispánica Quetzalcóatl, representada por una serpiente emplumada. Las esculturas hacen referencia al movimiento de una serpiente que emerge en un lugar, desaparece y reaparece al otro lado de la ciudad. Las “plumas” en distintos tonos de verde son plantas mexicanas y africanas alimentadas con un sistema hidropónico. Según los responsables del proyecto, la estructura produce oxígeno, reduce el ruido urbano y ayuda a combatir el efecto isla de calor, aunque a primera vista su estética llama más la atención que su función ecológica.
— El arte puede ser un medio de comunicación para cuestiones medioambientales. Todo el mundo habla de acciones verdes, pero hacen poco para cambiar realmente la situación, explica el arquitecto Fernando Ortiz Monasterio, quien diseñó las esculturas verdes. — La idea era que los jardines fueran impresionantes, para que la gente hablara de ellos y discutiera sobre ecología desde un concepto artístico.
Y la discusión está en la agenda. En los últimos años, muchas organizaciones civiles han surgido preocupadas por el futuro de la Ciudad de México, una capital en crecimiento, que hoy cuenta con casi 9 millones de habitantes. Este año, la cantidad de obras públicas realizadas en la metrópoli ha empeorado aún más la calidad del aire. Hay más congestión por desvíos de tráfico y, en consecuencia, más consumo de combustible y emisiones de gases contaminantes. Se estima que 38.000 personas mueren cada año en el país a causa de enfermedades respiratorias provocadas por la contaminación del aire.
Muchas asociaciones civiles han propuesto nuevas ideas para abordar este problema sin depender completamente del apoyo gubernamental. Buscaron financiación del sector privado para proyectos ecológicos que beneficien tanto a la marca como a la causa. Una de ellas es VerdMx, la organización encargada de diseñar jardines verticales. La financiación provino del fabricante de vehículos Nissan, en un momento en que la empresa estaba lanzando una línea de coches eléctricos.
— Para ser una marca ciudadana, nuestra intención desde el principio, necesitábamos recursos corporativos para llegar a millones de personas. Y es que todavía no había esculturas cubiertas con jardines verticales en espacios públicos en ningún lugar del mundo, sino sólo en museos –dice Gabriela Rodríguez, directora de VerdMx. — A la gente le puede gustar o no la forma y el estilo, pero lo interesante es que es un homenaje a la vida con la vida misma, dentro del espacio urbano, dice.
Entre las próximas ideas de la organización está la creación de una “tarjeta verde” para apoyar proyectos verdes, así como la instalación de microgeneradores de energía eólica en una carretera mexicana, que podría ser la primera vía cero emisiones del país. Estas negociaciones se encuentran en una etapa avanzada y Gabriela Rodríguez espera que algún día las iniciativas de VerdMx puedan viajar a otros países, como Brasil.
Pero el gobierno de la Ciudad de México también tiene su parte en la nueva ola verde de la capital. En los últimos años ha implementado un sistema de verificación vehicular de las emisiones contaminantes de más de 4 millones de automóviles en la capital (sin contar los que provienen de municipios vecinos). Además, creó una rotación para que los coches más antiguos, que más contaminan, no circulen un día a la semana. Las fábricas también comenzaron a tener mayores controles y se exigió que los nuevos edificios públicos adoptaran terrazas verdes.
El esfuerzo para reducir la contaminación en la Ciudad de México incluye más de 80 medidas. Uno de los buques insignia es el programa de alquiler de bicicletas “Ecobici”, lanzado en 2010 (ver recuadro). También se implementó un proyecto de transporte escolar para reducir el flujo de automóviles alrededor de las escuelas, responsable del 30% del tráfico durante las horas pico. Y agentes de la policía ambiental realizan patrullas para impedir ocupaciones ilegales y depósitos de residuos de construcción.
Hoy, el 59% de las 149.830 hectáreas de la capital mexicana son suelos conservados, fundamentales para asegurar el equilibrio del área urbanizada. Las medidas han ayudado a reducir las emisiones de gases contaminantes en 5,7 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente desde 2007. Pero aún queda mucho por hacer.
— La Ciudad de México puede estar a la vanguardia en ecología, pero la gente tiene que creer en ella – dice Gabriela Rodríguez, directora de VerdMx.
Las nuevas ideas surgen con fuerza, pero ojalá no acaben en humo como el humo que sale de los tubos de escape de los coches. Los mexicanos necesitan regresar a sus orígenes. El nombre de la calle que alberga el jardín vertical más visible, Avenida Chapultepec, significa “cerro de las langostas” en lengua nativa náhuatl. Hoy, sin embargo, las langostas han desaparecido de la jungla de piedra y se limitan a los bosques urbanos. Las esculturas vivas no son la única solución al complejo problema de la contaminación, pero pueden actuar como un nuevo llamamiento para que el verde vuelva a la ciudad y, con ello, la calidad de vida de sus residentes.
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