Los equipos de rescate corren contra el tiempo en México para salvar a Frida Sofía, de 12 años, la niña que se convirtió en un símbolo de esperanza tras el terremoto que azotó la Ciudad de México el pasado martes 19 de septiembre.
Frida estudiaba en la escuela Enrique Rébsamen en el sur de la Ciudad de México, la cual colapsó tras el accidente. Según la información de los equipos, la niña se encontraba a tres metros de profundidad bajo los escombros. Según los bomberos, existe un nuevo riesgo de que el edificio de tres plantas donde se encontraba la escuela se derrumbe.
Según el último boletín de la Secretaría de Educación de México, 11 estudiantes y un maestro se salvaron con vida.
La lúcida y adolescente Frida ha ayudado a los bomberos, que intentan mantenerla hidratada con ayuda de una manguera. La niña denunció que hay otros dos estudiantes a su lado, pero desconoce si están con vida.
Los equipos lograron encontrar a Frida con la ayuda de una cámara infrarroja, que capta el calor corporal. La niña habría logrado sobrevivir gracias a que utilizó una mesa de granito como refugio durante el terremoto.
Otra niña, llamada Fátima Navarro, logró salvarse porque envió un mensaje a sus padres a través de una aplicación de mensajería. Según diarios mexicanos, la niña se encuentra internada en el hospital Ángeles.
Solidaridad
El pueblo de México ha reunido un esfuerzo solidario para ayudar en la búsqueda de sobrevivientes.
Los voluntarios se sumaron a los equipos de rescate en un momento en que el país vive una tragedia, en comparación con el terremoto de 1985. En ese momento, la propia Ciudad de México sufrió un terremoto en el que murieron 10.000 personas.
Beatriz Guzmán, madre de un lector de JugarA continuación describe la experiencia que vivió en ese momento y que, según ella, “recordará por el resto de su vida”.
“Recuerdo ese día, 19 de septiembre de 1985. Era un jueves, me levanté como todos los días para ir a la escuela. Nos llevó mi padre, mi hermano de siete años y yo. Tenía nueve años. Ese día estábamos desayunando en la cocina del departamento donde vivíamos, un edificio de cinco pisos. El barrio era Escandón, tranquilo, lleno de comercios y colegios. Recuerdo que nuestra escuela estaba a cinco cuadras de casa. En ese momento, mi hermana era un bebé de cinco meses y ese día todavía dormía en su cuna en la habitación de mis padres.
Ya sentada a la mesa, mi madre dijo: ¡tiembla! Y simplemente sentí y traté de absorber lo que estaba sucediendo. Mi padre corrió a buscar a mi hermana, mientras mi hermano y yo nos quedamos con mi madre en la cocina, debajo del marco de la puerta. Desde pequeños supimos que el mejor lugar para protegernos de los terremotos es debajo de los marcos de las puertas. Esto lo aprendemos en las escuelas, ya que México es una región que sufre muchos terremotos. Todos los meses la escuela realizaba simulacros, en ocasiones con la presencia de bomberos. Pero cuando ocurre el terremoto, simplemente oramos y pedimos que se detenga. Y así ocurrió ese día, a las 7:19 am, un terremoto de magnitud 8,1.
No recuerdo cuánto duró, sólo sé que los segundos fueron llenos de miedo y que escuché vidrios romperse en las ventanas del edificio frente al mío. Desde el balcón podíamos ver como nuestro edificio temblaba, los cuadros del salón caían, las hojas de las plantas se movían de un lado a otro. De repente se detuvo. La ciudad quedó en silencio y en la calle se oyeron las alarmas de los coches.
Gracias a Dios estábamos todos bien y nuestro edificio sobrevivió al terremoto de 1985. Ese día se suspendieron las actividades escolares y no sabíamos qué daños habían causado. Poco después de la noticia dijo que muchos edificios, hospitales, escuelas se habían derrumbado… ¡No lo podía creer! ¡Es una fecha que recordaré por el resto de mi vida!”
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