Farsa populista – 19/04/2022 – Opinión

A primera vista, el más del 90% de los votos obtenido por el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en el referéndum que decidió la continuidad de su gobierno, podría parecer una demostración inequívoca e impresionante de la fortaleza del mandatario, en potencia desde 2018.

Insertada en la Constitución mexicana en 2019 y ahora realizada por primera vez, esta consulta popular era parte de las promesas de AMLO, las siglas por las que se conoce al presidente de izquierda.

Sin embargo, una segunda mirada es suficiente para que el éxito se desvanezca y las cosas tomen su verdadera dimensión. Con una baja participación electoral de alrededor del 18% del electorado, la participación estuvo lejos del mínimo del 40% para que la votación sea válida.

Este es un resultado sorprendente. Boicoteado por la oposición y considerado innecesario por la mayoría de los mexicanos, el referéndum se ha convertido en un ejercicio vacío de autopromoción presidencial, orientado hacia la militancia de su partido, Morena.

El expediente, conducido de manera populista, no es nuevo, y ha sido utilizado por el líder mexicano en las más diversas ocasiones, como para afianzar sus decisiones o impugnar derrotas en el Congreso. Con resultados favorables a AMLO y bajísima asistencia, los votos acaban sirviendo solo para crear la imagen de un soberano que escucha al pueblo y se deja guiar por él.

Si se limita a esto, Obrador quizás podría ser considerado como un nombre más en la larga historia de los coloridos líderes del continente. Pero el mexicano parece tener otros planes, y más peligrosos.

Con el referéndum fallido, AMLO le ha dado un nuevo impulso a su campaña para desacreditar al Instituto Nacional Electoral, el organismo encargado de organizar las votaciones del país y garantizar su equidad.

El presidente acusó al instituto de baja participación popular, acusándolo, en connivencia con la oposición, de haber reducido la publicidad de las elecciones. Por si fuera poco, promete una reforma electoral y un cambio en la composición del organismo.

Ataques de este tipo forman parte de la estrategia neoautoritaria en boga en algunas partes del mundo, en la que los candidatos a caudillos intentan comerse la democracia desde dentro, sembrando sospechas sobre las instituciones independientes. Esto es lo que Jair Bolsonaro (PL) hace a su manera en Brasil.

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Alejandra Camero

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