Brasil en 1971 era oficialmente una dictadura militar. Tuvo un Medici como presidente, pero nos hemos detenido allí desde el Renacimiento. El general Emilio Garrastazu Medici fue un líder temido, integrado de lleno en el sistema represivo que vigilaba al país de forma casi orwelliana. Sin embargo, las torturas y asesinatos diarios de disidentes no asustaron a Lea Campos.
El entonces futuro presidente de la FIFA, João Havelange, estaba a cargo de la cartera deportiva y no se “involucró” con Campos, la mujer que quería ser árbitro. Havelange también dijo que nunca habría mujeres en el arbitraje mientras él estuviera en el cargo. Lea cumple hoy 77 años y recuerda, en una conversación con la BBC, las palabras del expresidente del fútbol mundial: “Havelange me dijo que cosas como tener la regla me complicarían la vida”. Lea también escuchó del director que “los cuerpos femeninos no están preparados para arbitrar partidos de hombres”.
La dificultad de comunicación entre Lea Campos y João Havelange era evidente. Lea entonces pensó que ir directamente al presidente del país sería más fácil. Cuatro años antes, había logrado las calificaciones que le otorgaban el estatus de árbitro. Fue una de las primeras mujeres en el mundo en alcanzar ese nivel. Sin embargo, la Confederación Brasileña de Deportes de Havelange se negó a dejarla trabajar.
En ese momento, recuerda la BBC, varios países prohibieron la práctica del fútbol profesional por parte de las mujeres. Brasil era uno y, curiosamente, Inglaterra era otro. En 1941, el régimen brasileño aprobó leyes que excluían a las mujeres de varios deportes. Havelange, presidente del CDB desde 1958, creía que la prohibición debería extenderse al arbitraje.
En Minas Gerais, su estado, a Lea la animaba poco su deseo de crecer en el contacto con el balón, naturalmente hecho de medias enrolladas. “Siempre traté de jugar fútbol con los niños en la escuela, pero los maestros me impedían decir que no era apropiado”, dice, en 2022, y agrega: “En cuanto a mis padres, también dijeron que [o futebol] no era adecuado para mujeres.
La presencia en los partidos de “señorita”, que los padres de Lea consideraban más aceptable para una mujer, acabaría ayudándola en el siempre presente deseo de incursionar en el fútbol. Fue gracias a una de sus – numerosas – victorias en concursos de belleza en 1966 que Lea Campos terminó en el Cruzeiro, el club deportivo más grande de Brasil.
Lea se dedicó a relaciones públicas y viajó por el país con el equipo. Y fue entonces cuando se le ocurrió la idea de llegar a los prados por otra puerta. “Como árbitro, tal vez podría entrar. No había nada específico en la ley para detenerlo. A las mujeres se les prohibía patear la pelota, pero [a lei] no decía nada del pitido”, explica Lea.
En 1967 Lea Campos se matriculó en un curso de ocho meses para mujeres árbitros. Completó con éxito su formación, sin embargo, es posible que no haya sido la primera mujer en arbitrar un partido de fútbol. En 2018, la FIFA reconoció a la turca Drahsan Arda como pionera del arbitraje femenino, ya que obtuvo su licencia en 1967, año en que entrenó Campos. Ingrid Holmgren de Suecia y Edith Klinger de Austria también fueron nombradas las primeras árbitras.
En 1971, Lea Campos recibió una invitación para arbitrar en el Campeonato Mundial Femenino No Oficial. La fuerza que le dio la carta se desvaneció cuando supo que, de antemano, tenía que ser aprobada por João Havelange. Fue en ese momento cuando Lea tuvo una audiencia de tres minutos con el presidente Medici.
Sin tiempo para decir lo que quisiera, Leah le dijo al gobernante que necesitaba permiso para superponerse con el de Havelange. “Medici me miró y dijo que le gustaría reunirse conmigo en el palacio presidencial en Brasilia unos días después. Ni que decir tiene que me asusté”, admite Campos.
En la capital administrativa de Brasil, Lea almorzó con el presidente y recibió, de sus manos, una carta solicitando a Havelange una licencia para arbitrar, que llevaba su nombre. Unas semanas después, Lea viajó a México, y esta vez fue su salud la que la traicionó. La altura de la Ciudad de México la golpeó y terminó regresando a Brasil, ahora con licencia para arbitrar. Por supuesto, la autorización nunca la liberó de los prejuicios.
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