La historia tiene 17 meses, pero todo se derrumbó hace siete días. La semana pasada, en dos horas, el presidente de Perú disolvió el Congreso, los diputados lo destituyeron y, en las calles, la inestabilidad política culminó en una ola de manifestaciones violentas como anunció este miércoles el estado de emergencia. Ni siquiera la promesa de elecciones dentro de un año ha logrado ablandarlo.
En Perú casi nadie entra y casi nadie sale. Casi, porque los aeropuertos abren y cierran sus puertas mientras los manifestantes intentan invadir las pistas; y donde los caminos son cortados por piedras colocadas en el camino. Hay al menos 40 portugueses atrapados en el país debido a disturbios en todo el país. Pero, ¿qué hay detrás?
En declaraciones oficiales al país el miércoles de la semana pasada, el entonces presidente peruano emitió la orden de “disuelva temporalmente el Congreso de la República e instale un gobierno excepcional de emergencia; y convocar, a la brevedad posible, un nuevo Congreso con facultades constituyentes para redactar una nueva Constitución en un plazo no mayor de nueve meses”. Hasta que se establezca el nuevo Congreso, “gobernaremos por decreto-ley”.
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