Semana de trabajo
Hace unos 100 años, las horas de trabajo en los sectores industrial y agrícola eran de 10 a 12 horas al día, 6 días a la semana. Hoy, en las sociedades occidentales, tenemos de 7 a 8 horas al día, 5 días a la semana. A pesar de esto, es innegable que los ingresos de cada ciudadano y la productividad de la economía han aumentado mucho, fortaleciendo el bienestar de la población. “Sopesar” (en palabras de Costa) la hipótesis de la semana laboral de 4 días no es más que un ejercicio racional y una necesidad prospectiva que hay que afrontar sin miedo para gestionar una empresa digital, robótica, con un peso creciente del ocio. economía del tiempo, incluida la producción y el disfrute culturales. El multimillonario Carlos Slim (petrolero de México) también sugirió cambiar a la semana de 3 días, con más horas por día, pero no más de 33 horas por semana. El editorial de ayer sobre PÚBLICO se indignó por el enfoque “facilitador” de Costa, pero por el contrario, todo indica que se convertirá en un tema central en el debate sobre el futuro de las sociedades modernas.
Luis Taylor, Oporto
una noche triste
El debate del martes entre Jerónimo de Sousa y António Costa fue desgarrador. Solo las imágenes fueron suficientemente explicativas: Jerónimo tenía cara de culpable, y frente al interlocutor directo de la EO no pudo poner en escena de manera creíble la tesis de que el PS tenía la culpa.
Sospecho que no fue su decisión fallar a la OE, pero ya no tiene el coraje de defender de manera convincente las opciones de los demás. El problema no será Jerónimo, sino una línea política que ha elegido al PS como su principal enemigo y se ha dejado arrinconar en el voto de la EO.
Más allá de eso, no se presentó una sola propuesta de PPC. Costa exigió sin piedad el voto útil: frente a interlocutores inestables, ¿qué garantías tenemos para encontrar una solución de gobierno? ¿Qué confianza pueden merecer? Por lo tanto, es seguro calificar PS. El voto útil ya no es un llamamiento, se convierte en el resultado lógico de una manifestación.
La fuerza negociadora de un nuevo prototipo para reemplazar el “truco” fue aún más sacudida; Costa propone soluciones, Jerónimo ya solo tiene fe. Es necesario revitalizar el papel esencial de la PPC, que permitió con éxito nuevas políticas entre 2015 y 2019. La democracia se vuelve más pobre solo con frenos y contrapesos.
José Cavalheiro, Matosinhos
Rio vs Cuesta
En las primeras legislaciones provocadas por el liderazgo de todos los partidos, menos evidentemente la de António Costa, de los Presupuestos del Estado para 2022, nos encontramos ante la posibilidad de que se repitan los mismos resultados que los que nos llevaron a estas elecciones.
Con un pequeño, o menos, descenso, más que merecido por los partidos de izquierda del PS, y con un provocador crecimiento de la derecha por la fuerza del avance de las elecciones, en las que la izquierda sólo tiene que perder. El resultado siempre será alguna posibilidad de ingobernabilidad. Ningún partido tendrá mayoría absoluta para formar un gobierno sin apoyo.
Rui Rio, que se ha aliado con la extrema derecha en las Azores, necesita desesperadamente que el partido de Costa aspire a convertirse en gobierno, algo de lo que su partido está sediento. Costa tiene varias posibilidades de futuro. La primera es sufrir una gran caída y tener que ceder la dirección del partido. La segunda es tener una mayoría relativa un poco superior a la actual, y poder hacer pactos presupuestarios, del tipo “bisagra”, a veces más a la izquierda, a veces más a la derecha. Una tercera alternativa sería hacer un acuerdo postelectoral con Rui Rio, otra posibilidad sería hacer una alianza entre varios partidos, como Alemania, y formar gobierno.
Entre todas estas alternativas, quizás sería importante, necesario, imprescindible pensar en el país y las múltiples formas posibles de gobernar.
Augusto Küttner de Magalhães, Oporto
¿Será mejor el 2022?
La crisis pandémica ha agravado las desigualdades sociales en el mundo y simultáneamente en la sociedad portuguesa. El año 2022 será más o menos igual. Los focos de pobreza no disminuirán, ya no se construirán viviendas sociales, el trabajo precario será una realidad agravada, los salarios de la gran mayoría de portugueses seguirán siendo magros para pagar las facturas a fin de mes, la comida no será digno de un crecimiento saludable, la salud no llegará a todos, el recurso a la justicia será un espejismo, el acceso a la educación y la formación seguirá siendo un obstáculo más que una oportunidad.
Los resultados de las elecciones del 30 de enero solo servirán a Portugal y los portugueses si el gobierno resultante cumple sus promesas. Izquierda y derecha no pueden seguir fingiendo que la situación no es grave. Es necesario combatir la pobreza, combatir la corrupción, planificar y aumentar la producción. Basta de discursos, el diagnóstico se hace desde hace muchos años. Los portugueses merecen una sociedad más digna.
Carlos Oliveira, Funchal
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