“No tenemos respuesta que dar. Simplemente la ignoramos (…). Les garantizo que no le ha arruinado la Semana Santa a nadie”, dijo el presidente del Tribunal Superior Militar sobre los audios sobre los torturados por la dictadura. Nada más impropio que hacerlo en Semana Santa, fecha que recuerda la tortura de un disidente.
La escena, con un general uniformado presidiendo un tribunal de justicia aún sin formación jurídica, es la epifanía que necesitábamos para afirmar lo que se debería haber dicho desde hace tiempo: la justicia militar debe ser abolida; los juicios deben estar a cargo de la justicia común. No es imposible, Argentina lo hizo en 2009.
Los audios encontrados por el profesor Carlos Fico (UFRJ) prueban la tortura. Lo que antes era “es hora de acabar de una vez por todas con los métodos adoptados por algunos sectores policiales” (STM, 1976) se ha convertido en “simplemente ignoramos” (STM, 2022). La práctica sigue viva en los sótanos de las comisarías y prisiones; y la misma estructura del apogeo de la dictadura persiste en la Justicia Militar.
Los países de América Latina han reformado su justicia militar, pero aquí se ha ampliado en la última década. Lula ha presentado ordenanzas (GLO) a los militares, Temer incluyó delitos contra la vida de civiles. El STF duda sobre el tema, ahora en la agenda.
Un tribunal debe ser independiente de la jerarquía militar. ¿Quién juzga? ¿Qué piensas? El presidente del STM defiende que la justicia militar juzgue a los civiles que “ofenden” a las Fuerzas Armadas. Los sistemas interamericano y de Naciones Unidas ya han decretado que la justicia militar no debe conocer de violaciones a los derechos humanos (ver Radilla Pacheco vs. México). ¿Cómo juzgas? El STM es una excrecencia autoritaria: hay 15 ministros, de los cuales 10 son militares en servicio activo que no necesitan ser juristas. En diez años, la corte ha castigado a un solo general.
El discurso del presidente del STM hoy, en plena democracia, es más inhumano que el audio de los ministros de la corte en la dictadura. La democracia ha llegado, pero el fango del autoritarismo es uniforme y ruge con impunidad.
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