El diario digital mexicano “Animal Político” -que se autoproclama “periodismo libre para el ciudadano” – sigue buscando historias que “den voz a las víctimas”. Ayer el periodista Alberto Pradilla contó la historia de Jesús Salas, un venezolano de 35 años que intenta llegar a Estados Unidos a pie. A diferencia de muchos de sus compatriotas que llegan a México en avión, acortando el camino hasta cruzar el Río Bravo, Salas arriesgó su vida en la selva del Darién, entre Colombia y Panamá, y acaba de llegar a Tapachula, en las afueras de Chiapas. Aún queda un largo camino por recorrer. Tapachula es conocida como la “ciudad prisión”, aunque los folletos promocionales la describen como un destino turístico. En los mapas de hoy, muchos puntos turísticos, Cancún y otras geografías costeras, son puntos de cruce al otro lado del Río Bravo. Lo que ha cambiado es la forma de llegar. Las familias venezolanas ya no vuelan y el pasaporte es un lujo de $ 600 para alguien como Jesús Salas que recibe un salario de 8. Esto explica por qué viajó a ocho países y tardó seis días en atravesar la jungla de todos. Los peligros con su esposa y cuatro niños. En el camino, vendió dulces y llamó a muchas puertas pidiendo ayuda en el largo camino. Puede suceder que no cruce el Río Bravo. Desde que llegó a Tapachula, ha colaborado con las autoridades locales para buscar a otros refugiados no vacunados.
La historia de Jesús Salas se contó el día en que terminó otra ronda de negociaciones entre el gobierno venezolano y la oposición en México. Esta tercera ronda, si hay que creer en el lanzamiento final, ha permitido algunos avances. El mediador noruego se refirió a aproximaciones entre el gobierno de Maduro y el movimiento Guaidó. Maduro no fue a México, pero recibió con agrado lo que llamó “otro paso exitoso”.
Allí en Tapachula, un compatriota cuenta el incierto éxito de sus muchos pasos. “He recorrido ocho países”, dice, frente a la “ciudad prisión” que está colocando carteles para atraer turistas.
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