Una caravana, compuesta por unas 8 mil personas, se dirige hacia la frontera de Estados Unidos con México. Originarios de países centroamericanos, los migrantes caminan hasta la frontera entre ambos países, donde deben intentar ingresar ilegalmente a territorio norteamericano.
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“Estamos tratando de mejorar nuestra calidad de vida. La situación en nuestro país es cada vez peor. No somos delincuentes, ni somos malas personas”, dice Marvin, quien salió de Honduras y se unió al grupo, que camina gritando “nosotros son trabajadores internacionales”.
Mientras la multitud continúa en la caravana, otros 11.000 migrantes permanecen en tiendas de campaña en el norte de México. La crisis impulsó a los más importantes diplomáticos estadounidenses a viajar a la capital mexicana, acompañados de representantes de la Casa Blanca. El Secretario de Estado, Antony Blinken, se reunió este miércoles (27 de diciembre) con el Presidente de México, Manuel López Obrador.
Estados Unidos quiere que México aumente la inversión en control fronterizo, con más barreras físicas y policías. El gobierno estadounidense también quiere convencer al país vecino para que conceda más visas a inmigrantes, para que algunos decidan quedarse en suelo mexicano.
Los enviados del presidente estadounidense Joe Biden están tratando de sellar el acuerdo, que ya está en la agenda para la carrera por la Casa Blanca del próximo año. Biden ha recibido críticas tanto de su partido, los demócratas, como de la oposición, los republicanos, debido al mayor flujo de inmigrantes en la frontera durante su administración.
Se ha ordenado a las autoridades estadounidenses que expulsen a cualquiera que entre ilegalmente al país. Quienes cruzaron la frontera sin visas se suman al problema que se siente en las grandes ciudades. En Nueva York, miles de inmigrantes que llegaron a la ciudad desde Texas ahora no tienen refugio. El municipio concluyó a mediados de año el convenio con la mayoría de los hoteles que hospedaban familias.
“Tendremos que salir pronto de aquí. Dormiremos en las calles o en las estaciones de tren. Mi hijo se puso a llorar y nos dijo que tuviéramos fe”, lamentó Karina, quien salió de Ecuador y emigró a Estados Unidos.
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