El famoso sociólogo y economista alemán Max Weber, escribió un libro titulado Política y ciencia. Díganos que hay dos maneras de hacer de la política una profesión. Se vive “para” la política o se vive “de” la política. La oposición entre ambos conceptos no es en absoluto excluyente, de hecho, generalmente hay dos cosas. Para algunos la política es una vocación, deciden vivir para la política. Para otros se considera una profesión. Es decidir, vivir de la política.
Esto tiene sentido en la fase político electoral que vivimos, cuando los cuestionamientos son formulados por políticos que aspiran a ser postulados por los partidos para cargos de elección popular y que previamente han participado en diversos institutos políticos durante su presidencia.
Nos enfrentamos a lo que podemos definir como una crisis de representación y legitimidad de los partidos. En general, los ciudadanos no se sienten representados por ellos. Rápidamente se transformaron en verdaderas agencias de empleo. La crisis del sistema de partidos en México ha permitido el surgimiento de figuras carismáticas que también hablan de Weber.
Alude a lo que llama la “legitimidad del poder carismático”, en la que se obedece al carisma de personajes predestinados a ser líderes y de quienes resaltan su vocación al poder político. Este es el caso del actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Hijo de hombres y mujeres, que, como dice Weber, viven para su trabajo. Los partidos políticos se denominan sociedades políticas o grupos de notables, dirigidos por políticos profesionales. Los partidos políticos son también aparatos o maquinarias humanas dirigidas por burócratas o funcionarios públicos (políticos profesionales).
De lo anterior podemos destacar:
Primero, la democracia electoral mexicana sigue siendo una parte prioritaria de nuestro sistema político en construcción y, segundo, la crisis de representación y legitimidad del poder político, los partidos y los políticos profesionales está latente.
En conclusión, la política en México sigue esperando que sus partidos y su clase política tengan la capacidad y visión para entender que las elecciones no son procesos que legitiman las decisiones de los partidos, incluso si son procesos cuya legitimidad no está definida por el número de votos. que se obtienen, en otras palabras, al dar respuestas a las grandes demandas sociales expresadas en las urnas. Me refiero a la existencia de partidos y de una clase política profesional con vocación transformadora.
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