En México, resistencia en la grandeza ancestral

País de aprendizaje. raíces precolombinas, que emergen mostrando otras posibles formas de vida; el muralismo moderno, con su poder de alfabetización política; tradiciones indígenas y campesinas, que materializan la fuerza de la lucha

Para Roberto Traspadini | Imagen: Diego Rivera“La familia” (1934)

En este video recorremos el aprendizaje histórico-popular de un México aún alejado de la cotidianidad brasileña. Las actuales fronteras nacionales chocan con otro sentido del recorrido histórico. Los pueblos latinos de hoy, custodios de culturas, ciencias, lenguas y supervivencias, nos acercan a otros sentidos posibles de vivir-producir-existir.

Esto es lo que la región mesoamericano
ante la invasión colonial de 1492, nos ofrece: una expresiva comprensión histórica de que nuestro presente se basa en una diversidad de experiencias en la producción material de la vida. Y que la idea de la modernidad actual, anclada en la lógica de la dependencia de nuestras economías a las reglas internacionales del capital financiero, no es la única que existe. Historias enterradas cobran vida bajo nuestros pies que claman por salir a la luz. De pie, insiste en presentar una cotidianidad excluyente, estereotipada, que subyuga, niega, maltrata a los seres ya la naturaleza para ajustarse a una lógica reciente en la historia de la producción de la vida, mediada por el dinero que se convierte en más dinero.

Transición, en la memoria precolombina y la historia viva en la vida cotidiana de México entre 2000 y 2004, es honrar tres grandezas:

  1. La grandeza de pueblos que construyeron ciudades impresionantes, culturas, políticas, como Tenochitlán, Teothioacán, Xochimilco. Detrás de las estructuras piramidales, del proceso agrícola chinampa, está la sustancia de algo difícil de abordar, tal es la destrucción instituida en forma de entierro, borrado, fundación de uno nuevo a costa de la muerte de lo encontrado (muerte de la alteridad). El historiador Valdir Rampinelli nos ayuda, en este artículo, a comprender la historia de América Latina borrada por la transitividad presente en lo que llamamos Viajar por la memoria y a partir de los relatos rebeldes de sobrevivencia resistente existentes.

  2. La grandeza de los murales mexicanos modernos. Proceso abierto tras la Revolución Mexicana que instauró al arte como un movimiento estético propio que, entendiendo el carácter internacional presente en el siglo XX, no lo desvincula de la particularidad histórica de hacer política en América Latina. David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera, Clemente Orozco y Aurora Reyes, sumados a sus respectivas escuelas de trabajo colectivo, dan la dimensión del arte como personaje de alfabetización política, como acto educativo. La estética latinoamericana, su poética y su lectura del mundo desnudan la era de las guerras, las torturas, las desapariciones y también las historias de resistencia que se suceden a través de estos tormentos socialmente construidos. El mexicano Alberto Híjar, uno de los más importantes referentes en el campo de la estética marxista latinoamericana en general, y del muralismo mexicano moderno en particular, quien tuvo el don de convivir con esta generación y el acercamiento de camaradería con Siqueiros, nos ayuda a narrar un ejemplo concreto de la complejidad presente en el retrato mural del Sindicato Mexicano de Electricistas (1939): Retrato de la burguesía.

  3. La grandeza de la dignidad popular indígena-campesina. En toda América Latina, es en los orígenes campesino-indígenas, en un pasado aún vivo en nuestra cotidianidad y presente en nuestras ciudades, que están nuestros asuntos-problemas, nuestros dilemas y nuestras fuerzas de acción frente a lo que se vive. presentado. En países como México, donde la población indígena es significativa y lleva consigo un legado de resistencia, convivir con estos hombres, mujeres y sus hijos es aprender multitud de cosas, incluso sobre el poder de la palabra presente en el silencio. Sobre su cuerpo visten ropajes milenarios. Idiomas borrados e inmerecidos de la historia oficial resuenan en las esquinas. En las celebraciones, en círculos, cantan y hacen eco de lo que pretenden ser la mediación entre la vida-muerte, los seres vivos-naturaleza y sus divinidades. En medio de la construcción material de una sociedad que amplía la brecha de la pobreza mediante la concentración de la riqueza monopólica, los indígenas campesinos y campesinas materializan la venganza, simplemente existiendo y resistiendo las muertes anunciadas en el tiempo. Sus ojos son los hitos más expresivos de la dignidad rebelde. Una vez fijado en el nuestro, el transitivo se vuelve intransitivo y el viaje hasta la fecha es sustituido por otro sentido de andar (juntos, sin mirar al suelo, como nos han educado en la sumisión). De los ojos, que tocan profundamente nuestra existencia, late “abajo ya la izquierda” un sentimiento genuino de que hay otras formas de percibir-producir-comprender la vida en comunidad. El discurso de la Comandanta Ester al parlamento mexicano, en 2011, sobre el derecho a la vida, en un país que formalmente persiste en no reconocer la diversidad de sus pueblos, es un punto fuerte del referente de paz-justicia-democracia, en definitiva, de rebelde de la dignidad.

Juntas, estas tres magnitudes definen una cartografía de la resistencia indígena-campesina en América Latina presente en nuestras ciudades. Y dan la dimensión de belleza, tristeza y enfado digno ante cuánto más tenemos que producir para liberarnos de las cadenas que histórica y violentamente nos aprisionan.

Los terremotos en América Central exponen la historia precolombina enterrada. Las excavaciones científicas revelan riquezas no comerciales enterradas de períodos históricos anteriores a la era cristiana. Nuevas tecnologías de punta, a través de los rayos ultravioleta, explicitan los centros urbanos precolombinos de la región. Entre choques, excavaciones y tecnología de punta, surgen historias de resistencia que necesitan ser conocidas y comprendidas en su totalidad. Quizás de ellos saquemos el aliento necesario para latir al lado de estos pueblos indígenas y campesinos latinos.

Con el paso del tiempo: hablar de la dignidad indígena-campesina latina en pleno momento histórico de la revancha electoral boliviana es constatar todo lo anterior: las raíces estructurales de la dignidad rebelde cuando germinan, en revancha contra la exclusión e imprimen los colores – wiphala – que conforman la diversidad del latín popular. Entre los golpes a los pueblos y la colorida resistencia de su dignidad, resistimos, existimos y, en determinados contextos, ¡vencemos! También en Colombia los colores de la wiphala son fuertes, vivaces, haciéndose presentes en Bogotá, sede política de la capital. Por los senderos de América, indígenas y campesinos rompen el silencio y hacen temblar la tierra al son de los pasos colectivos de su resistencia por la dignidad rebelde.

Nacho Manjarrez

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