SÃO PAULO, SP (FOLHAPRESS) – Son escenas que se repiten cada vez con mayor frecuencia: migrantes mueren en accidentes evitables en las Américas mientras la región vive una crisis migratoria que se agrava cada año.
Cada semana de este año, más de 20 migrantes han muerto o desaparecido en la región, en incidentes relacionados con choques de autobuses y naufragios o condiciones climáticas extremas -como el calor abrasador que afecta a zonas como la frontera de Estados Unidos con México en ciertas temporadas-. .
Sin la protección de sus países de origen y del país al que intentan emigrar, hombres, mujeres y niños mueren en el camino. El proyecto Migrantes Desaparecidos, vinculado a la ONU, calcula que, en los últimos diez años, más de 7.500 personas han muerto o desaparecido en estas condiciones en las Américas, una cifra ciertamente subestimada. Y la cifra sigue creciendo: en 2022 se registraron 1.388 muertes y desapariciones, un récord.
“Aunque no podemos predecir el número de muertes de migrantes en 2023 [até aqui foram 242]lo cierto es que si los estados no brindan rutas para la migración regular, es probable que las personas sigan utilizando rutas que ponen en riesgo su vida”, dice a Folha por correo electrónico Andrea García Borja, analista de datos del proyecto.
La mayoría de los incidentes ocurren en la frontera sur de los Estados Unidos: 4.356, o alrededor del 42% del total. “Hay un desprecio calculado”, dice Gabrielle Oliveira, profesora de inmigración en la Universidad de Harvard. “El gobierno de Estados Unidos cuenta con este tipo de muertes para enviar una señal de que estas personas no deben venir al país, son muertes completamente evitables”.
Contrariamente a las promesas realizadas durante su campaña presidencial, Joe Biden ha mantenido la estricta política migratoria adoptada por su antecesor Donald Trump. Y, en algunos casos, lo endureció. El país ha ampliado la deportación de inmigrantes irregulares y les impide solicitar asilo.
Borja de las Naciones Unidas señala que otras rutas pueden ser tan letales o incluso más mortales que la frontera entre Estados Unidos y México. El problema, explica, es que no hay documentación sobre lo que sucede en estas rutas alternativas.
Cita muertes en el Estrecho de Darién, la peligrosa jungla entre Panamá y Colombia. En 2022, allí se documentaron 200 muertes. “Los informes de migrantes que presencian muertes o pasan cuerpos por esta región son extremadamente recurrentes, pero casi imposibles de documentar más allá del testimonio esporádico de testigos oculares”.
La sospecha de la ONU se basa en datos: en el último año se ha duplicado el número de migrantes que cruzan el Darién, según información del sector migratorio del gobierno de Panamá. Había 250.000 personas, en su mayoría, o 150.000, de Venezuela, frente a las 133.000 del año anterior.
Los ahogamientos son el principal tipo de accidente que afecta a los migrantes en la región. Desde 2014, al menos 2.614 personas han muerto o desaparecido en este tipo de incidentes. Pero incluso en estos casos la subestimación es evidente.
Borja los llama “naufragios invisibles” – “accidentes en los que un barco desaparece sin dejar rastro, desapareciendo de los ojos de las autoridades y otros administradores de rutas marítimas”.
Los accidentes automovilísticos son la segunda causa principal de muerte de los migrantes en el área, habiendo causado al menos 981 muertes en la última década, la mayoría de ellas en Centroamérica. A mediados de febrero, por ejemplo, el choque de un autobús abarrotado en Panamá, con migrantes que habían cruzado el Darién, dejó alrededor de 40 muertos. Seis niñas brasileñas, hijas de inmigrantes de Haití, iban en el vehículo y sobrevivieron.
“Los accidentes de tráfico son menos casos, pero tienen un alto número de muertos, lo que ilustra la terrible situación en la que se transportan personas, incluso en vehículos inseguros y hacinados”, añade Borja.
La experta de la ONU y Oliveira, de Harvard, señalan que la omisión pública favorece la perpetuación de una rutina que inserta a los migrantes en accidentes fatales en América del Norte y América del Sur. Proponen soluciones similares al problema: una de ellas sería la creación de rutas de migración legal, algo que parece alejado del horizonte de muchos gobiernos.
Oliveira también dice que una forma de reducir las víctimas sería permitir que los migrantes se arraiguen en los países de destino, en lugar de someterlos a la incertidumbre de largos procesos burocráticos -el caso de Brasil, que tiene la segunda cola más grande de solicitudes de asilo en espera de análisis en las Américas. Por lo tanto, estas personas no tendrían la tentación de migrar a otros lugares y utilizar nuevamente rutas potencialmente peligrosas.
El profesor agrega que Estados Unidos, el destino final de la mayoría de los migrantes, es un actor clave. “Es necesario cambiar el sistema para que las personas puedan solicitar refugio o asilo en el país, para facilitarlo”.
Las recomendaciones de Missing Migrants son similares a las del investigador. El proyecto sugiere que los gobiernos creen canales de coordinación transaccional para que los familiares puedan buscar a los migrantes desaparecidos y desarrollar procedimientos de búsqueda y rescate para estas personas.
La organización también aconseja a los países que revisen sus políticas migratorias para no privilegiar rutas peligrosas. “No hay una razón única para el salto en el número de migrantes muertos. Pero poner trabas en las rutas migratorias no detiene el fenómeno, solo aumenta el peligro”, dice Borja.
“La falta de acción de los estados no necesariamente intensifica el número de muertes, pero las perpetúa. Además de dificultar que los países de destino aprovechen los aportes económicos y culturales que traen los migrantes a sus territorios”, completa.
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